Espacio Púrpura

Emma Goldman y la libertad como consigna literaria

Abrir el camino de Espacio Púrpura con Emma Goldman no ha sido una elección tomada a la ligera. Los comienzos pueden tomar un cariz profético, señalarnos lo que puede construirse y revelarse. Recuperar a Emma Goldman casa muy bien con mi visión de Lletraferits: un espacio abierto que posibilita un diálogo apasionado desde la libertad que nos otorga la literatura. Me parece que Emma Goldman escribe desde este lugar preciso, esa libertad que irradia y que abre sus textos de una forma radicalmente romántica.

Nacida en Lituania en 1869, decide emigrar a los Estados Unidos en busca de una mejor vida. Las condiciones laborales denigrantes que allí experimenta la convertirán en una luchadora del movimiento sindicalista estadounidense y, desde este momento, trasladará ese deseo de emancipación a todos los terrenos de la vida, haciendo del anarquismo y el feminismo el estandarte de su acción y pensamiento. Sus críticas a la política gubernamental provocan su persecución y encarcelamiento en numerosas ocasiones. Además, es testigo de la Revolución Rusa, la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil española.

Si queréis profundizar en su vida, os recomiendo que leáis su autobiografía “Viviendo mi vida”. La editorial Capitán Swing editó el primer volumen, pero no tenemos noticias de la edición del segundo. También contáis con el increíble trabajo de traducción íntegra de esta obra coordinada por The Anarchist Library.

Para aquellos que nunca se han acercado a ella, os recomiendo una recopilación de algunos de sus textos fundamentales titulada Feminismo y Anarquismo, que se editó con mucho amor el pasado año en la colección Tangentes de Enclave de Libros.

Tanto Lola Robles como Bruna Bianchi, que prologan e introducen la recopilación, señalan dos operaciones  fundamentales respecto a su lectura: la toma de distancia y conciencia histórica y la desmitificación.  La primera nos permite  acercarnos a Emma de forma crítica y no convertirla en una mera abstracción, sino en una mujer de su época que debate con las ideas de sus contemporáneas y con las nuestras. Por otro lado, Bruna señala como la mitificación de los estudios pasados han ensombrecido su complejidad, dejando a un lado su actividad como pensadora y creadora. Este último aspecto es el que me interesa rescatar, para ir más allá del catálogo biográfico de sus hazañas y virtudes.

Si nos adentramos en su escritura hay un hilo conductor que proviene de una postura determinada ante la literatura y la creación artística. Comenta en el diario New York World en 1908:

 “En qué creo es algo más bien cambiante antes que algo irreversible. Lo definitivo es para los dioses y los gobiernos, no para la inteligencia humana”.

Efectivamente, Emma se adhiere a una actitud que ya viene del pensamiento ilustrado, una constante revisión de los prejuicios que convierte el ejercicio de la libertad en un continuo conocimiento de los límites que impone el acuerdo social. Este ejercicio, lejos de poner trabas a la producción de conocimiento, engendra su misma revisión y expansión. Mary Wollstonecraft, reivindicada por Goldman, dirá: “El uso adecuado de la razón es lo único que nos hace independientes de todo, excepto de la misma razón despejada, a cuyo servicio está la libertad perfecta”.

Me parece que la raíz de su anarquismo y su potencial creador radica aquí: las personas, libremente, se otorgan la tarea de conocer y enjuiciar aquello que les rodea, para llegar a una mayor comprensión de sí mismos y de sus posibilidades de existencia. Por tanto, anima a sospechar de todo conocimiento que quiera imponerse de forma autoritaria. En su ensayo “Anarquismo: lo que significa realmente”, publicado en “Anarchism and Other Essays” en 1910 afirma:

 “En vez de profundizar en una determinada idea, examinar su origen y razón de ser, la mayoría de las personas la condenarán, o confiará en algunas definiciones superficiales o perjudiciales, fijándose solo en aspectos marginales. El anarquismo reta al hombre a pensar, a investigar, a analizar cada proposición”.

Partiendo de esta base, entendemos que su forma de ver el feminismo y la mejora de las condiciones de la mujer pasan necesariamente por estos presupuestos y no pueden desligarse. La mujer libre es aquella mujer que conoce críticamente y se conoce para liberarse y abrazar una actitud ante la vida que le permitan deshacerse de creencias y decisiones impuestas. El anarquismo emerge como solidificación de un ideal que no deja de proyectar hacia el futuro la necesidad de la liberación.

Esta actitud no solo está patente en sus ensayos, sino en el resto de sus escritos. Denuncia en el primer número de Mother Earth en 1906, revista que le permitirá criticar el autoritarismo político en Estados Unidos y promover otro tipo de posicionamiento intelectual:

 “¿Han olvidado que cada línea que escriben está dictada por el color político del periódico para el que escriben? Por las empresas de publicidad, por el poder del dinero; por el poder de la respetabilidad, por Comstock? ¿Han olvidado que el gusto literario y el juicio crítico de la masa de la gente se han moldeado con éxito para adaptarse a la voluntad de estos dictadores, y para servir como una base comercial para los especuladores literarios astutos? (…) Madre Tierra tratará de atraer a todos aquellos que se oponen a la usurpación de la vida pública e individual”.

 Por tanto, la palabra es un arma que combate la violencia gubernamental directa e indirecta del sistema, un sistema que controla la producción de pensamiento y que fagocita cada esfera de la actividad cultural humana, reduciéndola a un decálogo de normas e imposiciones. Según Emma Goldman, el arte moderno debe dar cuenta de la vida, ser un espejo. El artista no puede separarse de los eventos y acontecimientos que le rodean, pues su tarea es señalar las cuestiones urgentes de su época. Señala en The Social Significance of the Modern Drama en 1914:

“In countries where political oppression affects all classes, the best intellectual element have made common cause with the people, have become their teachers, comrades, and spokesmen”.

No es de extrañar que señale a escritores como Turgenev, Dostoyevsky, Emerson, Whitman, Tolstoy, Ibsen, Strindberg, etc., en ellos ve al artista conducido por su propia verdad, una verdad que trasciende los deseos propagandísticos de esa otra literatura panfletaria:

“The reason that many radicals as well as conservatives fail to grasp the powerful message of art is perhaps not far to seek. The average radical is as hidebound by mere terms as the man devoid of all ideas. ‘Bloated plutocrats’, ‘economic determinism’, ‘class consciousness’, and similiar expressions sum up for him the symbols of revolt. But since art speaks a language of its own, a language embracing the entire gamut of human emotions, if often sounds meaningless for those whose hearing has been dulled by the din of stereotyped phrases”.

El arte, por tanto, desnaturaliza el discurso dominante para señalar sus puntos ciegos, los estereotipos, las recurrencias, la retórica de la imposición. Emma Goldman ve en la literatura un vehículo perfecto para capturar cada fase y estrato de la vida, mostrando los cambios que se suceden y que nos instan a formar parte del proceso.

Creación y crítica van de la mano, la literatura se convierte entonces en un eterno diálogo que transcurre libre, un espacio de salvación, una fuente de vida.

goig(1)

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